Mismos perros, distintos collares

Leemos este artículo, titulado La conversación que tienes que tener con tus hijos, y las preguntas se nos acumulan. Una se repite con mayor insistencia: ¿qué impulsa a la escritora a decirle a las madres y padres el tipo de conversación que deben mantener con sus hijos?

Las posibles respuestas únicamente tenemos oportunidad de encontrarlas en su presentación: escritora, ciberactivista y educadora sexual.

Suponemos que es la ciberactivista quien escribe, pues la educadora sexual no podría, salvo que entendiera la educación como un ejercicio de instrucción o adiestramiento, en cuyo caso, por definición, ya no sería educación sino otra cosa bien diferente. Un error (¿instrumentalización?) que, por desgracia, sucede constantemente.

Tampoco escribe desde un (ciber)activismo cualquiera sino desde un tipo bien concreto: aquél que utiliza la estrategia del miedo, que no duda en señalar con el dedo y que se basa en dar lecciones (¿adoctrinar?) a los demás. Es decir, un tipo de activismo, si se nos permite la blasfemia, altamente puritano. Mismos perros, distintos collares.

Un miedo sembrado contra el conocimiento, entendimiento y convivencia tranquila de los sexos. Poco importa si esta siembra se realiza con intención o sin ella, el resultado termina siendo el mismo: incremento de la alerta, vigilancia y recelo entre los sexos.

Su objetivo fundamental es alertar de que cualquier chico adolescente (al parecer sin importar si su erótica se orienta más hacia hombres o hacia mujeres) se convierta en violador, entre otras cosas, porque sus progenitores no han insistido de manera explícita en esa posibilidad a través de conversaciones sobre algunas formas (curiosamente las más mediáticas) de desencuentro.

No ya con conversaciones sobre las posibilidades de encuentro satisfactorio con el otro (hombre o mujer) que más le guste, sino con esas otras conversaciones sobre el posible desencuentro (heterosexual). La diferencia es bien explícita: unas conversaciones se ubican en los deseos, las otras en los recelos.

Estrategia de recelo que, para la autora, va a resultar más eficaz que la anterior: alertar a las chicas para que dejen de hacer, vestir, moverse, andar, acercarse, comportarse de tal o cual manera para evitar la violencia del otro que ya está ahí. «Ya está bien de alertar a las chicas, a quien hay que alertar es los chicos», expone claramente. Mismos perros, distintos collares.

Y es que de lo único que está hablando, una y otra vez, es de cómo, estadísticas en mano, evitar conductas violentas de unos, los chicos, sobre otras, las chicas.

Ya no vale que la posible víctima esté atenta, desconfíe y se proteja sino que el posible agresor ha de ser advertido con contundencia sobre el peligro de su posible comportamiento violento presente o futuro. Y buena parte de esta responsabilidad la tienen los padres y madres por la ausencia de esas conversaciones determinadas. Toda una materialización del miedo, el dedo acusador y las lecciones.

¿Qué línea pedagógica o educativa siguen estas prescripciones sobre las conversaciones que deben seguir padres y madres con sus hijas e hijos? ¿Qué clase de «educación» (sexual) centra sus esfuerzos en fortalecer las sospechas, alertas, vigilancias y recelos sobre el otro?

No reconocemos educación sexual alguna aquí y sí los mismos perros de siempre con sus nuevos collares, o dicho de otro modo, formulaciones falsamente modernas para mantener discursos claramente antiguos.

Antes se les decía a ellas: “Cuidado con los chicos; a la que te descuidas te hacen un bombo y, si te he visto, no me acuerdo”. Al mismo tiempo se les informaba a ellos: “Atención a las mujeres, que en cuanto pueden te echan el lazo y se acabó lo bueno”.

Y con estos mimbres, en sus múltiples versiones, se iban tejiendo sospechas, recelos y desconfianzas a base de desconocimiento e incomprensión del otro. Desconocimiento que se ha ido materializando en una gran cantidad de desencuentros y convivencias insatisfactorias entre los sexos.

Es aquí donde la educación sexual, o sea, de los sexos, tiene una maravillosa aportación. Para facilitar que los sexos se conozcan en lo que son, con sus posibilidades y sus límites, con sus modos y sus matices, con sus fragilidades y fortalezas. Que sus acercamientos puedan ser posibilidades de encuentros agradables y gozosos, con el mínimo de malentendidos (que siempre los habrá) y el máximo de complicidades (que precisan cultivarse).

Y, sobre todo, que puedan abandonar el antiguo y único círculo de desconfianzas y sospechas mutuas (unas u otras) que se les ofrece. Porque, guste más o guste menos, los sexos nos vamos a seguir buscando y atrayendo eróticamente; y sabemos que cuando dos se gustan, se buscan y tratan de encontrarse sin apenas conocerse, el terreno queda abonado para los encontronazos, malentendidos, malestares y, en definitiva, los desencuentros.

¿Hablar con las chicas y chicos adolescentes sobre sus deseos y sobre las fórmulas más gustosas para gestionarlos? Pues claro. ¿Obligatoriamente una tarea de madres y padres? Pues depende. En cualquier caso, lo que no es de recibo es que se siga intoxicando la educación de los sexos con nuevas y viejas ideologías puritanas.

Almudena Herranz y Samuel Díez

Bibliografía:
Amezúa Efigenio (2006): Sexologemas. Revista española de sexología, Nº 135-136, Madrid.
– (2003): El sexo: Historia de una idea. Revista española de sexología, Nº 115-116, Madrid. [Pdf completo].
– (s.f): Convivencia y violencia entre los sexos. El debate de las estrategias. Conceptos de la Sexología y la Sexualidad del Instituto de Sexología Incisex.

Amezúa, Efigenio y Foucart, Nadette (s.f): Convivencia y violencia entre los sexos. El debate de las ideas. Conceptos de la Sexología y la Sexualidad del Instituto de Sexología Incisex.

Díez, Samuel (2009): El papel de la familia en la educación sexual de los adolescentes. Recolección de artículos del kiosko del Instituto de Sexología Incisex.

Herranz, Almudena y Lejárraga, Juan: Fragilidad y las dinámicas de los deseos entre los sexos. Programa de sexología avanzada del Instituto de Sexología Incisex. Materiales de uso interno.

Landarroitajauregi, Joserra (2010): Reflexiones cítricas para sexólogos avezados. I. Para un epistemología Sexológica. Revista española de sexología, Nº 157-158, Madrid.
– (2007): Sexorum Scientia Vulgata. Revista española de sexología, Nº 139-140, Madrid.

Malón, Agustín (2004): Infancia, sexualidad y peligro. El moderno discurso de los abusos sexuales infantiles en las sociedades contemporáneas. Revista española de sexología, Nº 121-122, Madrid.

Malón, Agustín, Martínez, Felicidad y Amezúa, Efigenio (2003): La violencia entre los sexos: una aportación desde la sexología. Revista española de sexología, Nº 120, Madrid.

Martínez, Felicidad (1998): ¿Qué es ser mujer? Algunos conflictos en torno a la identidad femenina. Revista española de sexología, Nº 90, Madrid.
– (1998): Los sexos: del amor a la sexualidad. Anuario de Sexología Nº 4, Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología. [Pdf completo].

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Acerca de Almudena Herranz

Profesora del Máster en Sexología del Instituto de Sexología Incisex y la Universidad de Alcalá de Henares. Co-coordinadora del programa de Sexología Avanzada. Co-fundadora del Centro Sexológico SEXORUM, cooperativa de iniciativa social. Responsable del área de investigacióny formación. http://www.sexorum.org/ ; http://www.sexologiaenincisex.com/ ; https://sexologiaenredessociales.wordpress.com/ ; Contacto: aherranz@sexorum.org
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5 respuestas a Mismos perros, distintos collares

  1. libelia dijo:

    Después de leer vuestro artículo y el criticado me he preguntado si alguna vez le he dicho a mi hijo: ¡No se te ocurra forzar a una amiga!, y me he dado cuenta de que nunca lo he hecho. ¿Seré culpable? He reparado también en que nunca le he dicho «la vida es sagrada, no mates a nadie», o «no robes la chaqueta de tu amigo». A mí hija, curiosamente, tampoco le he obligado a vestir de manera recatada ni le he prohibido salir con sus amigos. ¿Seré culpable? Me he limitado a educarlos como personas, hablar con ellos de todo sin culparlos de nada, sin acusarlos por delitos no cometidos o futuribles. Sinceramente me he quedado alucinada con el artículo, así que no puedo mas que estar de acuerdo con vosotros: Educar en la represión o la acusación no es el modo, hay que enseñar valores y pensar en nuestros hijos como un todo integral, como personas, que deben relacionarse y encontrarse con el otro sin prejuicios y en libertad.

  2. Shira Shaman dijo:

    Me has dejado pensando, ya que como madre de dos hijas he querido romper esos prejuicios que me fueron inculcados, mas creo que aun me falta mucho por aprender para poderlo transmitir y no desatar miedos o telarañas en sus vidas,por eso me alegra encontrar este blog que junto con el de Libelia me están enseñando a descubrirme y dejar atrás lo que no aprendí con mis padres o en la escuela de la vida 🙂 Un fuerte abrazo

  3. Sandra dijo:

    Me parece estupendo que la educación sexual sirva para que haya un mayor entendimiento entre los dos sexos, que se conozca la manera de pensar, de afrontar la vida de cada uno y que esto sirva para una mejor comprensión y convivencia. Pero no dejo de echar la vista atrás y recordar la rabia y la impotencia que sentía en mi juventud cuando por la calle recibía comentarios sobre mi cuerpo o cuando en una discoteca tenía que soportar que me tocaran a traición y sin mi consentimiento, recuerdo la sensación de sentirme como un objeto y creo que no hubiera estado de más que las familias de esos jóvenes se hubieran tomado la molestia de educarlos e informarlos de que las mujeres tenemos sentimientos y podemos sentirnos ofendidas con ciertas conductas. De esto hace unos años, hoy en día yo tengo hijas adolescentes y veo que esos comportamientos no han cambiado mucho…

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